Lady marmalade

Le conoció en un bar. Al principio unas miradas y unas sonrisas y de repente se encontraron en el centro de la pista de baile.
Ella sabía que bailando podía ser muy erótica, pero esa noche se encontraba especialmente inspirada. Llevaba todo el día con ansiedad, como si algo dentro de su cabeza y de su cuerpo la indicara que esa noche iba a ocurrir algo bueno.
Había tardado casi una hora en decidir qué ponerse para esa noche. Una hora entera probándose ropa hasta que había dado con la adecuada. El problema era que se le marcaba la lencería. La falda era muy estrecha y debido a los dos kilillos que había cogido, la lycra se le pegaba al cuerpo. Había decidido salir sin ropa interior, al fin y  al cabo, la cena con amigas tampoco prometía gran cosa. 


Cuando empezó a sonar Lady marmalade sus pies la dirigieron a la pista. Dejó a sus amigas en la barra y se puso a bailar. Siempre la había parecido una canción muy erótica, y ella se ponía muy caliente cuando la bailaba.
Cuando quiso darse cuenta, no estaba sola en la pista. El chico del fondo de la barra la acompañaba y dibujaba su cuerpo con sus manos.


Ella le dio la espalda y empezó a restregarle el culo contra su sexo. Inmediatamente sintió su erección y algo viscoso mojaba sus muslos. 
Arriba, abajo, ella restregaba su cuerpo contra él, se enroscaba como una serpiente atrapando su cena. Él estaba bailando de forma agresiva, y ella sentía que se volvería loca si no besaba esa boca que rozaba su cuello. 
De repente, le agarró del pelo con una mano, y con la otra recorrió su pecho. Él la cogió en brazos y con las piernas agarradas a su cintura, cruzó la pista y la metió en el aseo.
El deseo la dominaba por completo. Necesitaba sentirle dentro. Le soltó torpemente el cinturón y le bajó los pantalones. Cuando, entre besos, consiguió bajarle los calzoncillos con el pie y vió su pene, inmediatamente lo sentó en la taza y le montó como hacía con sus caballos cuando era amazona. 
Un par de sacudidas le fueron suficientes para correrse. Pero aún no había terminado.


Después de comprobar que él seguía erecto, le indicó que quería más, se colocó en una pequeña esquina que formaban la pared y la puerta del baño, y le hizo una señal con el dedo. Él se acercó y ella puso sus piernas alrededor de sus caderas, inmediatamente la volvió a penetrar mientras mordía sus pezones. 
El segundo orgasmo fue aún más bestial que el primero. 
El placer la inundó por completo haciéndola gemir hasta quedarse sin respiración. 


Cuando consiguió llenar de nuevo sus pulmones, él la abrazaba mientras escondía su cabeza entre sus pechos. Cinco minutos después estaban de nuevo en la abarrotada pista de baile y volvían a ser dos desconocidos.