Sin título

Aún no sabe cómo ha ocurrido todo esto. Mientras recuerda, nota que aún le tiemblan las piernas.
Sin lugar a dudas, era la sensación más indescriptible que nunca hubiera pensado vivir.


Cuando se cruzaron en aquella discoteca, Eva tenía claro que iba a conseguir ligarse a ese tío. Como se movía....sus caderas, sus fuertes brazos....el movimiento de su cabeza y esa melena rubia tan llamativa....
Mientras le veía bailar desde el otro lado de la pista, fantaseaba con la conversación que mantendrían...
- Hola. Llevo rato observándote desde el otro lado de la pista, y ya no aguanto más. Si no me llevas ahora mismo al reservado y me haces el amor, creo que voy a volverme loca!
- Sabes? yo también me había fijado en ti. Este baile, era sólo para tus ojos.
Y entonces él, la cogería fuertemente por la cintura y la arrastraría al reservado, y allí la haría suya. Esperaba que no se alargara demasiado la situación, ya que en media hora, salía el último autobús, y ella aún tenía que ir a casa de su amiga, cambiarse de ropa y volver a casa antes de la hora estipulada.


En su mente, ya estaba disfrutando del encuentro con aquel desconocido de ojos verdes, y tan sólo con su imaginación, había conseguido excitarse tanto, que notaba su braguita absolutamente empapada. Con la respiración entrecortada y sintiendo el corazón en la garganta, sacudió su cabeza, se colocó el pecho, se retocó el pintalabios y fue hacia el centro de la pista, con la cabeza alta y el paso decidido.


Entonces ocurrió. El animal más erótico y atractivo de la discoteca, se acercaba hacia ella con una sonrisa en la boca. 
No puede ser. El mundo se ha parado! tan sólo la veo a ella.....sus torneadas piernas, su fiereza en los ojos, esa boca sensual que insinúa una dentadura perfecta asomando en su sonrisa....Los ojos. Qué ojos! negros, profundos, sinceros. 
El rubio del pelo del chico de la pista, se ha convertido en una melena negra, suave.
Los ritmos duros marcados por las caderas masculinas, se han transformado en sinuosos movimientos femeninas que no permiten que apartes la vista.
Ese mentón rudo, que tan sólo hace unos minutos imaginaba que rozaría mi cuello, ahora tiene el cutis suave, y va descendiendo por mis pechos y mi estómago hasta mi sexo....
Ya no me apetece acercarme a él, ahora la quiero a ELLA. Quiero que me bese como tan sólo una mujer sabe besar. Quiero morderle en ese punto exacto entre el final del cuello y el principio de los hombros, que siempre hace temblar de placer. Quiero que sea ella quien me arrastre al reservado y me haga el amor....


Pero no. La música ha cambiado de ritmo, y ella ha llegado al final de su camino. Ni siquiera se ha dado cuenta de que yo estoy ahí, detrás del rubio de mentón fuerte al que ha venido a ligarse.