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Detesto a los que me privan de la soledad y sin embargo no me hacen compañía. Irving Yalom


La esperanza es desear que algo suceda,
la Fé es creer que va a suceder,
y la valentía es hacer que suceda.

viernes, 31 de diciembre de 2010

Y llegó la nochevieja

Cuando uno crece, ya no disfruta igual ni de las navidades, ni de los reyes ni de la nochevieja.
Cuando yo era joven, la nochevieja era MI NOCHE.
Durante todo el año tenía hora de llegada a casa. Una hora muy temprana, por supuesto, y que debía respetar escrupulosamente.
Pero en nochevieja, todo era distinto.
Para empezar, no había hora de llegada, te podías tirar toda la noche en el bareto bebiendo por 5.000 pelas!!!!. Bueno, eso los últimos años, porque al principio, la barra libre y el cotillón costaban 2.500 ó 3.000 pelas. Increíble! Y primeras marcas aseguradas!.
Además, no sólo podías vestirte como para una boda, sino que si no ibas elegante, no te dejaban entrar! Y allá que ibas tú, con tu mini-vestido y tus super-tacones, con la esperanza de que tu prima te maquillara para redondear el resultado final.
Y llegaba el momento esperado: las 12 uvas!!!.
Veías a Ramontxu con su capa española en la "1" felicitándote el año nuevo y a Carmen Sevilla en zapatillas de estar en casa, con el mismo ánimo incorruptible, felicitándote 10 años menos de los que correspondían.
Te atragantabas, brindabas con champán , unos cuantos besos y llamaditas, un retoque y ya estabas lista para disfrutar de la noche!.O eso creías...
Porque tu madre no te dejaba irte hasta cuando ella decidía que era el momento, y si encima la fiesta era lejos de tu casa, aún tardarías 2 horas en llegar al sitio atravesando un Madrid absolutamente colapsado de coches.
Cuando por fin llegabas al lugar, eran casi las 3 de la mañana y tan sólo te quedaban 4 ó 5 horas a lo sumo, para rentabilizar la barra libre y el modelito.
Te lanzabas a la barra y pedías 2 copas de una vez, una para tomar y la otra para luego. Y cuando encontrabas el sitio perfecto en la pista, sentías unas enormes ganas de ir al baño. Otra hora. Y cuando por fin observabas la limpieza del cubículo del mingitorio, te dabas cuenta de que acababas de perder 1 hora de tu tiempo, porque si te lo hubieras hecho encima en el pasillo mientras esperabas, nadie se hubiera dado cuenta. ¿O sí? porque el pasillo estaba casi más limpio que el aseo.
Pero nada de eso importaba. Lo único importante era que podías volver de día!! y a Dios pongo por testigo, de que lo harás!
Así que seguías bailando hasta que por fin, encendían las luces y ponían a Camilo Sexto. Ese era el peor momento de la noche, cuando te dabas cuenta de que tenías que abandonar el garito.
Pero la mañana es joven!!! Aún queda el chocolate con churros!
Después del chocolate, y rondando ya las 9 ó 10  de la mañana, ibas para casa cruzándote con algunos locos que habían salido a hacer footing, con otros pocos paseando a sus perros y con algunos padres abnegados que iban camino de la churrería de la que tú salías para llevar el desayuno a sus polluelos.
Cuando entrabas en casa y veías a todos dormir la sonrisa de triunfo no se te borraba. Al revés! aún se hacía más grande cuando por fin te quitabas los tacones, te desmaquillabas y te ponías tu pijama de ositos para meterte en la cama calentita.
Un par de horas después, y sin remisión, tu madre amorosa te despertaba susurrándote al oído una bonita y dulce canción que anunciaba el tradicional día de año nuevo o "día oficial de la resaca".
Así que con los pies aún latiendo, con la boca y la cabeza acorchadas y un incómodo pitido en los oídos, te arrastrabas hasta la ducha y te enfundabas los vaqueros y el jersey más cómodos y calentitos que pudieras encontrar en tu armario y tus zapatos viejísimos, pero planos, y acudías a tu inexorable cita con otra comilona navideña.
Eso sí, a tu alrededor, y no con poca alegría, descubrías que todos los primos estaban en el mismo lamentable estado que tú.
Ese día, lo que siempre se acababa era la sopa de marisco o el caldito que preparaba mi yaya.

La Maripili

3 comentarios:

  1. Pues yo ya he triunfado en ese sentido: el año pasado mi niña trajo comida china, nos fuimos a cantar villancicos y a bailar al pub del pueblo que estaba abierto hasta las nueve, cuando nos echaron nos vinimos a casita, con la pedazo chimenea encendida con leña de palés, comimos chino y luego nos aperreamos felizmente. Y en Nochevieja, nada, unas tapitas de queso y a bailar hasta que ya mi cuerpo me dolía de pies a cabeza. Se acabaron las cenas en familia numerosa: esas noches quiero disfrutarlas a nuestro modo, y punto. Claro que el día de Año Nuevo suele ser el peor del año, con los pies, la espalda y la cabeza machacados. Qué se le va a hacer.
    Por lo menos, es difícil que acabe el año peor de lo que lo empiezo.

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  2. jajajja que envídia, Jana...yo de mayor quiero ser como tú...odio las navidades...vale, no las odio, odio tener que juntarme con la familia, aguantar a mis tías y sus gilipolleces, sus comentarios de mal gusto, y discutir con mi marido por dónde toca ir este año. MEnos mal, que de eso último, ya me he librado! ahora las navidades son para la peque, disfruto un montón viendo su cara de felicidad con las luces, los regalos, la ilusión de los reyes....ahora les estoy cogiendo otra vez el gustillo.
    Mi sueño, es pasar unas navidades en la playa, y te aseguro que antes o después, cumpliré mi deseo

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  3. Seguro que sí, todo es proponérselo. A mí me encantaría, por contra, una cabaña en la nieve y todo el día haciendo batallas, muñecos y trineos.. he visto mucho Heidi, sí, pero también espero tenerlo algún día, claro que si mi niña no está ya no sería igual para nada. O cuando tenga nietos, qué diver tiene que ser, aunque espero que tarde muuuuucho que está la vida mu achuchá.

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